El joven Lucas se encontraba en el velatorio de su padre; el día estaba lluvioso, lleno de humedad y podía olerse ese peculiar aroma a flores rancias. El lugar era muy hermoso, a pesar de las circunstancias, adornado con claveles y velas por doquier.
Lucas llegó a la entrada y fue recibido por un pequeño grupo de gente, todos amigos de la familia, pues a él solo le quedaba su padre como familiar directo. "Mi más sentido pésame", o "te acompaño en el sentimiento" fueron las frases de recibimiento, que no le impidieron a Lucas llegar hasta el cajón donde su padre se encontraba descansando. Sin lágrimas en los ojos y sin vestigios de tristeza, por fin afirmó.
— Es raro que volvamos a vernos después de tanto tiempo, y en estas circunstancias — dijo — no me asombra de todas formas, nunca fuiste un buen padre — afirmó.
— Es una pena oír eso Dr. Lucas — dijo una voz.
— Jorge — dijo Lucas reconociendo a quien fuera amigo de la familia.
— Es una pena que aún sientas rencor por tu padre Lucas.
— ¿Cómo no sentirlo Jorge? — dijo angustiado — mi padre nunca estuvo cuando lo necesite, su verdadera familia fue siempre esa fábrica metalúrgica. Trabajando doce horas al día, todos los días, mientras yo estudiaba y mi madre se hallaba enferma… él nunca nos cuidó — gritó Lucas en medio de la sala.
Jorge comenzó a reír para descontracturar la situación.
— Lucas — suspiró — tu padre trabajó toda su vida, en algo que odiaba, pero lo hizo siempre y sin quejarse por una simple razón: debía mantener tu carrera, debía cuidar a tu madre y debía demostrarte que él era feliz en su trabajo.
Lucas se llamó a silencio por unos instantes.
— Puedo admitir que mi carrera fue pagada gracias a su esfuerzo, pero mi madre necesitaba de sus cuidados.
— Y también de costosos medicamentos.
— Nosotros necesitábamos que estuviera con nosotros.
— Y él necesitaba trabajar para que todos estuvieran unidos.
Lucas no podía hablar…
— Y ¿Por qué nunca me lo hizo ver?
— Porque él creía que debías sacar tus propias conclusiones, que cuando fueras padre lo comprenderías — sentenció amablemente.
En ese momento, Lucas abrazó a su padre, se reconcilió y un gran peso lo abandonó.
- Alan Spinelli Kralj -