martes, 15 de enero de 2019

El documental: El iluminado

Resultado de imagen para niño buda rubio



Una reconocida empresa, que se dedicaba a la producción de documentales, había decidido enviar a un grupo de reporteros a una isla para entrevistar un gran misterio: un joven al que le decían “el iluminado”. La isla quedaba en medio del océano Pacífico, y era reconocida por sus bellas playas, sus paisajes y sus pobladores. Entre arena rosa, negra y agua turquesa los reporteros comenzaron a investigar. Genaro, un especialista en teología, encabezaba la búsqueda junto a su camarógrafo Miguel.

- Disculpe – dijo Genaro a un anciano - ¿sabe usted donde puedo encontrar al hombre que llaman iluminado?
- No sé a qué se refiere con “hombre” – dijo en tono amigable – pero si busca sabiduría, en aquella dirección podrá encontrarla.

Genaro y Miguel continuaron caminando por las angostas calles de la isla, disfrutando del paisaje, y conociendo a sus pobladores.

- Señora – dijo esta vez Miguel - ¿es esta la dirección por la que encontraré al Señor Iluminado?
- Jajaja – rió la anciana – sí, van por buen camino extranjeros, sigan caminando por esta calle y se encontrarán con él.

Sin saber el porqué de la risa de los pobladores, ambos documentalistas continuaron con su búsqueda. Mientras avanzaban pudieron ver que, a pesar de las condiciones austeras en las que se vivía, los isleños eran muy serviciales y, por sobre todas las cosas, estaban felices.

Poco a poco fueron acercándose al lugar indicado. En lo alto de una colina se observaba lo que parecía ser un santuario, ubicado al aire libre. Con respeto y cordialmente, fueron abriéndose paso entre las personas, y para su enorme sorpresa se encontraron con el iluminado: un niño que no sobrepasaba los diez años, de ojos celestes como el cielo, y rizos rubios; sonrisa espontánea, chistosa.

- Buenos días – dijeron al unísono ambos hombres de ciencia – ¿es usted el iluminado?

Todos, incluyendo al niño, guardaron el más absoluto silencio, solo el sonido de las olas y el viento se escuchaba.

- Hola – dijo el niño – mi nombre es Valentín, y si a ustedes les gusta decirme el iluminado pueden hacerlo, pero Valentín es como me llama mi mamá.
- Bueno Valentín. Somos dos viajeros, y hemos venido hasta aquí para hablar contigo.
- ¡Genial! – gritó Valentín – entonces ya han logrado su cometido, porque estamos hablando y eso es lo que vinieron a buscar.

Todos rieron, un poco por el nerviosismo, un poco por lo gracioso del cometario.

- Queremos entrevistarte Valentín – continuó Genaro – porque de dónde venimos a las personas le llama mucho la atención tu sabiduría y el afecto que te tienen estas personas.
- Gracias – dijo el niño – puedo decirles que la gente me quiere porque yo los quiero, y ellos son buenos conmigo porque yo soy bueno con ellos – hizo una pausa – y aunque no lo crean, hemos aprendido a ser recíprocos, pero sin esperar nada a cambio… todo ha sucedido naturalmente.
- Creo que tienen razón en llamarte el Iluminado – dijo en tono socarrón Miguel.
- Eso es aún más simple de explicar.
- ¿Qué cosa?
- De donde proviene lo que ustedes llaman sabiduría.
- Queremos saber – dijeron los investigadores al tiempo que se disponían a desenfundar sus aparatos para filmar.
- No hace falta que desempaquen nada – dijo el niño con una gran sonrisa – porque una sola cosa es la que les diré, y luego si quieren aprender, deberán quedarse un tiempo en esta isla.
- ¿Y qué es eso tan importante? – dijeron sorprendidos.
- Que un niño puede aprender a ser un sabio si aprende a hablar consigo mismo… y yo, mis queridos visitantes, soy un gran conversador.