En las afueras del Tibet, las grandes montañas se erigían imponentes, majestuosas. Los antiguos monasterios se sucedían entre sí, escalonándose entre los picos nevados. En uno de ellos, el más antiguo y alejado, un joven de nombre Ivan se encontraba atravesando el final de su peregrinación. Había caminado, trepado y escalado enormes distancias, para poder encontrar a un maestro espiritual que le diera las respuestas a sus preguntas.
- Maestro - dijo al centenario hombre – he venido hasta este lugar para poder encontrar respuestas.
- Te escucho jovencito – dijo el anciano que apenas abría los ojos para verlo.
- En estos últimos tiempos me he sentido traicionado…
- Continúa, deja que tu corazón sea el que hable, sin que intervenga tu mente.
- Mis amigos me han traicionado, mis compañeros de trabajo, mis jefes y mi ex esposa… todos y cada uno de ellos me han jugado malas pasadas – con lágrimas en los ojos – y eso me quita el sueño.
- ¿Por qué crees que eso no te deja dormir?
- Porque yo confié en ellos, yo los ayudé, estuve cuando me necesitaron, y sin embargo… me han traicionado de una u otra manera vil mente.
El anciano pensó poco, espero un tiempo prudencial y dijo mucho.
- ¿Cuál es tu verdadera pregunta?
- ¿Qué debo hacer con esas personas?
- Mira – dijo mientras se acomodaba las mantas que lo cubrían – el gran problema de las personas es que creen conocer al otro, y no se dan cuenta de que uno solo puede conocer, con mucho trabajo, lo que hay dentro de uno mismo.
- Pero…
- Te sientes traicionado porque crees que las personas que te rodean y rodeaban hicieron algo que no creíste que harían, porque creíste conocerlas… gran error.
- Tiene razón maestro.
- Entonces, jovencito, necesariamente debes aprender que nunca terminarás de conocer a alguien, por ende todo lo que haga debe sorprenderte, ni para bien, ni para mal… solo debe sorprenderte.
- Pero no es fácil actuar de esa manera.
- Claro que no – dijo mientras se incorporaba con lentitud – pero es la única manera de evitar el sufrimiento que nos causamos en relación al accionar de las demás personas.
- Es muy cierto.
- Ahora si me disculpas, estoy por perderme mi programa de televisión.
- Pero maestro, creí que usted vivía alejado de todo lujo y distracción.
- Tu camino hacia el no presuponer comienza ahora mismo Iván…
- Alan Spinelli Kralj -