martes, 9 de octubre de 2018

En el zoológico

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En el zoológico de la ciudad de la Plata los sentimientos y las emociones se entre mezclaban en un clima un tanto confuso. Los animales se encontraban privados de su liberta, de sus familias y de sus sueños; mientras que los visitantes expresaban su alegría al ver mamíferos, aves y reptiles que solo les eran conocidos a través de libros o la televisión. Sentimientos de felicidad, sorpresa y tristeza danzaban por entre las jaulas y los pasillos.
Una tarde, un grupo de escolares recorría los distintos sitios en el interior del zoológico a través de una visita guiada. Todos los niños reían y se maravillaban, a excepción de un joven. Un pequeño de tez morena y ojos brillosos observaba con desilusión lo que era la gran jaula de aves exóticas.

- Jovencito – dijo el cuidador -¿cuál es tu nombre?
- Samuel – dijo con timidez.
- ¿Acaso no te gustan los pájaros?
- Sí, pero me pone triste que estén encerrados.
- Pero ellos están allí para ser protegidos.
- Pero no creo que estén felices – dijo aún con tristeza – porque nadie puede estar feliz si está entre rejas.
- Bueno, no hay que pensar en eso – dijo con un rostro estupefacto – vamos, continuemos con el recorrido.

Mientras todo el grupo de niños continuó con la visita, Samuel permaneció inmóvil, firme junto a la gran jaula, como quien busca una solución que solo llegará a través del corazón. Cuando todos se hubieron ido, Samuel entró a la gran jaula, y contando con el descuido de los cuidadores abrió todas las pequeñas cárceles y asustó a los pájaros para que puedan volver a ser libres.

- Vamos – gritó en silencio – no se queden ahí, vuelen y sean libres.

Los pájaros no se movían, quizá porque el encierro los había dominado, les había hecho olvidar lo que se sentía ser libres.

- ¡Fuera! – gritó el pequeño al tiempo que arrojaba una roca para incentivarlos - ¡vuelen! – y finalmente todas aquellas aves surcaron los barrotes para volar hacia el Sol.


*

Las vueltas de la vida hicieron que ese tierno jovencito creciera, y en ese crecimiento la realidad lo golpeó duro, tan duro que a temprana edad fue encarcelado y perdió, al igual que los pájaros, su libertad.
Una tarde, mientras miraba a través de los barrotes de su celda, pudo ver como un pájaro se posaba sobre la rama de un árbol, y su corazón supo que era uno de los pájaros que años atrás él había liberado. Las lágrimas llenaron sus ojos pero no de tristeza; Samuel así se dio cuenta de que, al igual que años atrás en el zoológico, él era el único que tenía las herramientas para alcanzar por fin su tan ansiada libertad.


- Alan Spinelli Kralj -