martes, 7 de febrero de 2017

El equilibrista

Sonia cumplió sus veintidós años y decidió viajar por el mundo para conocer a grandes chamanes de diversas culturas; Sonia buscaba la iluminación, buscaba el conocimiento supremo, buscaba ser una gran bruja llena de sabiduría. En sus viajes, conoció a chamanes mexicanos, quienes le enseñaron que los mundos están conformados por filamentos luminosos, que todo cuanto la rodeaba es energía blanca en estado puro, le enseñaron que los hombres y las mujeres se rigen por un “poder” superior, y que debía ser impecable como un cazador en medio de un bosque.
Sonia también surcó los helados territorios rusos, y en ellos conoció y aprendió sobre los animales de poder; descubrió que los osos, los venados, las ardillas y los halcones eran amigos del hombre desde tiempo inmemorial, y que conviven en armonía de almas, ayudándose los unos a los otros, en un equilibrio absoluto. Luego Sonia espolvoreó su cuerpo con la rojiza tierra africana, donde los viejos chamanes le mostraron las maravillas de la noche y los seres que en ella conviven; comprendió los misterios de la llanura y los caprichos del viento. Sonia, entre tantos lugares, también convivió con los indios Siux del norte de América. Ellos le enseñaron como contemplar la naturaleza, como entender el idioma del río, le enseñaron a respetar el silencio de la montaña y apreciar la danza de los árboles.
Pasados muchos años Sonia decidió volver a la ciudad, y en ella retomar las actividades que tiempo atrás había dejado para viajar. Sonia una vez más estuvo detrás de una computadora, una vez más trabajó para conseguir dinero, una vez más fue un engranaje en el sistema social… pero Sonia nunca más volvió a ser una mujer común. Si decidió volver a la ciudad y retomar su vida anterior fue para poder aplicar todos los conocimientos que había aprendido en sus viajes y en sus encuentros chamánicos.
Sonia nunca volvió a ser la misma, pues en su búsqueda espiritual comprendió que el equilibrio es el principio de la impecabilidad; comprendió que no hay que vivir en medio de una montaña solitaria para establecer una conexión con el Universo, Sonia comprendió que la iluminación no está en el entorno, sino en el interior.

- Alan Spinelli Kralj -