martes, 12 de marzo de 2019

Recetas e indicaciones

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En una localidad apartada del centro de la capital había un consultorio de la salud, pero no era un consultorio cualquiera, éste era diferente. La calle en la que se encontraba no era muy transitada. Aún podía escucharse el canto de los pájaros y el viento que corría libremente por los patios y los fondos de las casas. El lugar tenía un pequeño cartel en donde podía leerse “Consultorio espiritual”.

- Buenos días – dijo un hombre con mala cara.
- Buenos días – repitió una mujer con una sonrisa enorme.

Dentro del consultorio se encontraban dos personas muy diferentes; por un lado estaba Eduardo, cuyo rostro expresaba preocupación, angustia y malestar. Poco pelo en su cabeza, muchas arrugas y ojos apagados. Por el otro lado estaba Claudia, una mujer jovial, fresca, llena de energías y de aspecto muy saludable. Eduardo era un paciente y Claudia una mujer muy especial.

- Vengo de la mejor clínica que el dinero puede pagar – dijo Eduardo – y me han dicho que no me haga ilusiones sobre mi salud.
- ¿Y por qué estás aquí? – preguntó curiosa la mujer.
- Porque tengo cáncer – hizo una pausa, sin quebrarse – y mi familia me insistió para verla.

- Es una excelente noticia.

- ¿Qué haya venido o que tenga cáncer? – preguntó inmóvil.
- Ambas noticias – un poco más seria – yo particularmente veo al cáncer como una oportunidad.
- No tenemos la misma opinión.
- Ojalá logre cambiar su perspectiva – sentenció - ¿Qué le han recomendado?
- Tengo que hacerme sesiones de quimioterapia y esperar.
- Bien – dijo – nosotros vamos a probar con otras cosas.

De pronto, el clima entre ambas personas comenzó a volverse tenso. Algo en el interior de Eduardo se resistía a la conversación. Este hombre ya había probado los mejores tratamientos y consultado a los mejores profesionales que el dinero podía comprar. Ahora se encontraba frente a una mujer que no tenía bata, no tenía títulos en las paredes… ni siquiera se había arreglado el pelo antes de recibir a Eduardo.

- Ya he probado de todo – dijo secamente – sinceramente no creo que pueda sobrevivir.
- Bueno – dijo muy seria Claudia - ¿Y por qué no está dispuesto a probar con algo nuevo?
- Porque los mejores médicos me han dicho que no pueden hacer nada y que mi diagnóstico es terminal
- ¿Y está dispuesto a hacerle caso a doctores costosos?
- ¿Sinceramente? – pregunta retórica – sí.
- Bien – dijo - ¿y no cree que le está dando demasiada importancia a un hombre en bata? ¿le parece bien aceptar la muerte sólo porque se lo dijo alguien con estudios?
- Si – respondió – y espero no ofenderla, pero usted…
- ¿Podría aguardarme un segundo? – preguntó educadamente.
- Sí.

La mujer desapareció detrás de una puerta. Al regresar, Claudia apareció peinada muy correctamente, con lentes que le daban aspecto intelectual, con una bata blanca y una identificación que decía “Dra. Hertz” junto a su número de matrícula médica. Eduardo quedó boquiabierto y no tuvo nada inteligente para decir.

- Veo que a usted le gustan las apariencias – dijo con una sonrisa – yo también soy doctora.
- Discúlpeme, yo no tenía idea.
- Ningún problema Eduardo, a partir de ahora refiérase a mí como Dra. Hertz – hizo una pausa – aquí tiene la receta con lo que debe comprar y las indicaciones que tiene que seguir al pie de la letra.
- Pero…
- Lo veo el lunes que viene a la misma hora.

No hubo mucha más charla. Paciente y doctora se despidieron cordialmente. Cuando Eduardo subió al auto que lo llevaría a su casa, comenzó a leer la receta y las indicaciones… y por fin se quebró.

Adquirir:

Comida sana y saludable, sahumerios, clases de yoga, mucha agua, cristales de cuarzo, mucha luz solar, mantras, libros de superación espiritual y emocional, hábitos saludables.

Indicaciones:

Evitar el stress, las discusiones, las luchas internas y los malos pensamientos; jugar, charlar, dejar de ver los noticiarios, evitar los extremos, ser más abierto, escuchar al corazón y aprender a reconocer la felicidad cuando se tope con ella. Repetir “mi cuerpo esta sanando”.

- Alan Spinelli Kralj -