martes, 18 de diciembre de 2018

Fabiana y sus dones




En el día del cumpleaños de mi mamá, quiero acercarles este cuento que va dedicado a ella, una mujer que me enseñó y confirmó que la magia existe. Espero les guste y puedan compartirlo.

Fabiana y sus dones

Fabiana era una niña muy peculiar. Sus padres eran trabajadores, la querían mucho pero la educación que le brindaban era muy estricta; siempre estaban regañándola de una manera u otra. Cuando Fabiana tenía solo doce años comenzó a tener extraños vínculos con otros mundos, los cuales fueron reprimidos rápidamente por su madre.

- Fabiana, vos tenes que bajar los pies a tierra, no podes seguir volando todo el tiempo.
- Pero mamá, ¿por qué nunca me crees? – dijo apenada y aferrada a su peluche
- Porque lo que decís son mentiras Fabi, no existen las cosas que vos me contas – afirmó en tono severo.
- Pero yo las veo, y vos no me crees… - algunas lágrimas brotaron de sus ojos.
- Bueno, ya es tarde, así que andá a dormir.

Las luces se apagaron rápido aquella noche, y la suave brisa que entraba por la ventana anunciaba una tormenta próxima. Fabiana aún no tenía sueño, pero las palabras de su madre habían sido muy claras.

- ¡Pff! – se escuchó en el silencio de la noche - ¡Ey! – queriendo llamar la atención.
- Ya te dije que no voy a volver a hablar con vos – dijo Fabiana mientras se cubría el rostro con las sábanas.
- ¿Por qué? – preguntó con inocencia una dulce voz.
- Porque no sos real, eso es lo que mi mamá dice y es lo que cuenta.
- ¿Y vos qué crees?
- No importa lo que yo crea, tengo que hacer lo que me dicen.

Las colchas comenzaron a correrse de manera suave, y la cara de Fabiana quedó al descubierto. Frente a la dulce niña se encontraba una mujer de cabellos dorados, ojos color cielo brillante y un manto blanco que centelleaba luz.

- No siempre es lo mejor escuchar a los adultos – dijo la amable mujer.
- Pero ellos son sabios, son más inteligentes.
- Si fueran tan sabios e inteligentes podrían verme, ¿no lo crees? – al tiempo que acariciaba los pies de la niña.
- ¿Por qué yo puedo verte y ellos no? – preguntó sin desaferrarse de su gran peluche de oso.
- Todos los niños y las niñas vienen a este mundo con una gran cuota de “magia”, con un don especial, pero pocos lo conservan hasta ser adultos.
- ¿Y por qué sucede eso?
- Porque dejan de ver, hacer y disfrutar de lo importante para trabajar, comprar y cumplir.

Un gran silencio se generó entre ambos seres; de un lado, una niña dulce de cabellos negros y su valiente peluche, del otro, una aparente mujer con una amabilidad y luz únicas.

- Yo no quiero dejar de verte – dijo Fabiana mientras mordía los labios.
- Y no lo harás, si así lo quieres.
- Tengo miedo de dejar de ver todas las maravillas que veo: duendes, luces, colores, personas, hadas, monstruos, animales, voces, ángeles, árboles que hablan…
- Si tu deseo por conservar este don es tan fuerte, voy a ayudarte a que nunca lo pierdas.
- ¿Qué debo hacer? – dijo incorporándose en la cama.
- Es un secreto tan antiguo como el tiempo Fabi, voy a develarte algo muy poderoso.
- Dime por favor, no aguanto más la ansiedad.
- Siempre debes creer que hay algo más, que cosas fantásticas suceden, cosas increíbles; se siempre una persona abierta, inocente y sorpréndete con todo, jamás dudes de tus dones y brilla al mismo nivel de Luz que el Universo.
- Son demasiadas cosas por recordar – dijo algo apenada.
- Entonces puedes recordar todo eso resumiéndolo en pocas palabras.
- ¿Cuáles serían?
- Que nunca debes dejar de ser una niña.

- Alan Spinelli Kralj -