Con el correr de los años, su fama llegó a oídos del gran Inca, quien mandó a su hijo para aprender las artes del chamanismo de la mano de Achachic.
— Joven Inca – dijo el chamán – te enseñaré lo que mi linaje me ha enseñado a lo largo de los años, y todos los secretos del Universo te serán revelados.
— Así lo deseo – dijo el joven Inca.
Ambos hombres se pusieron en marcha, y las severas enseñanzas del viejo chamán comenzaron a ser impartidas. El joven Inca aprendió a interpretar el lenguaje del viento, a hablar con los animales, a entrar en trance, a curar a las personas, a ser un auténtico hombre de conocimiento. Con el correr de los años, el prestigio del hijo del Inca fue aún más grande que el de Achachic; si bien caminaban juntos por el poblado de Pisac y sus inmediaciones, las personas siempre agradecían al joven Inca, y poco a poco comenzaron a olvidar a Achachic, quien jamás se mostró celoso.
– Ha llegado la hora de tu última enseñanza – le dijo al joven Inca – debemos emprender un viaje a la montaña.
– Como usted lo indique Nagual (maestro).
El chamán y su aprendiz caminaron surcando viejos senderos por el corazón de la montaña, hasta llegar a la cima. Una vez allí en lo alto, los dos hombres contemplaron la puesta del Sol, del Tata Inti como lo llamaban.
– Hoy recibirás algo que cambiará tu historia para siempre, una gran enseñanza – dijo Achachic con misterio.
– Estoy listo – mientras esbozaba una gran sonrisa.
En ese preciso momento, el viejo chamán tomó algo de su bolso y apuñaló con todas sus fuerzas el abdomen del joven Inca. La sangre comenzó a brotar por todas las blancas ropas del joven, mientras caía tendido al piso. Achachic observaba con sus ojos nublados el cuchillo de obsidiana que manchaba su mano con sangre sagrada.
– Esta es tu última enseñanza: solo hay lugar para un chamán en estas tierras.
Achachic comenzó a alejarse mientras el Sol aún caía sin mirar atrás, dejando el cuerpo del que hubiera sido el próximo Inca tendido en el suelo.
– Nagual – gritó el joven desde el suelo con sus últimos alientos – ahora lo veo claro, la enseñanza no era para mí, sino para ti.
– ¿Qué dices? – preguntó algo asustado el viejo chamán.
– Jamás has hecho algo por amor o por bondad – dijo con sangre en su boca – todo lo que has hecho lo has hecho por ti… por tu ego.
– Aunque sea cierto – dijo Achachic – yo vivo, y tu mueres.
– Vivir para alimentar el ego no es vivir – dijo y cerró los ojos – es morir en vida.
- Alan Spinelli Kralj -