martes, 13 de noviembre de 2018

Par Donare




La plaza estaba desierta, nadie se veía en las calles, y hasta los pájaros habían callado. El viento soplaba fuerte, y muchas de las hojas del otoño volaban de un lado al otro. El crepúsculo comenzó a mostrar su inmensa gama de colores… el azul, amarillo y rojo se fusionaron en el horizonte.

Dos muchachos se encontraban enfrentados a poca distancia, y guardaban silencio hacía algunos minutos, mientras mantenían la mirada uno fija en el otro. El de la derecha, mordía su labio inferior de manera nerviosa; sus ojos estaban rojos y su ceño fruncido. Las venas de su cuello parecían titilar, pero de su boca no salía ningún sonido. El de la izquierda era más joven que el de la derecha. Su pelo ondulado estaba completamente despeinado. Sus ojos estaban borrosos y largas lágrimas corrían por sus mejillas. La boca estaba abierta, reseca, pero muda.

Los minutos parecían horas producto de la tensión que se manifestaba en el ambiente. Nadie los miraba, nadie los acompañaba; todo el tiempo del mundo era de ellos, y parecía que no lo aprovechaban.

- Yo quería – dijo el primero titubeando – pedirte…
- Yo también, solo que no encontraba… - titubeó también – no lo sé.
- Bueno, ahora estamos acá.
- Si – dijo limpiándose las lágrimas – es una pena que…
- No, nada de esto es una pena.
- Tenes razón, por lo menos estamos acá.
- Sí.
- Claro.

La pequeña conversación comenzó y concluyó rápido. Un gran silencio volvió a separarlos. Pocas cosas habían sido nombradas, pero muchas habían sido dichas. De pronto, un sonido ensordecedor sacudió la escena, e hizo que ambos taparan sus oídos.

- Perdón, quería pedirte perdón.
- Yo también – dijo gritando – y quiero decirte que te quiero mucho.
- Yo también, y eso nunca va a cambiar – dijo también gritando.

Ambos corrieron el uno al otro, se abrazaron, gritaron con fuerza producto de la emoción y lloraron cual dos niños. Todos los dolores, todas las culpas, todos los sufrimientos se disolvieron en un segundo, desaparecieron en un abrazo. La escena pareció detenerse en el tiempo, y fue solo unos segundos antes de que el gran asteroide “PAR DONARE” impactara contra la Tierra… y destruyera todo.

“Perdona lo de ayer, perdona lo de hoy, perdona lo de mañana… y no pierdas el tiempo”

- Alan Spinelli Kralj -