- Papá – dijo el joven - ¿por qué siempre dices que debemos aprender de los lobos?
- Porque los lobos han aprendido grandes verdades, y si los observamos bien, quizá podamos aprender algo también.
- ¿Por eso estamos aquí? – preguntó casi en susurro - ¿o simplemente vinimos a cazarlos?
- Vinimos a observarlos…
Al día siguiente, padre e hijo continuaron su viaje por el territorio nevado. El olor a pino y agua helada podía sentirse en el aire. De pronto, casi sin esperarlo, las primeras huellas frescas de lobos comenzaron a aparecer. Cada vez se hicieron más y más, hasta que el cazador y su hijo, en la lejanía, pudieron divisar a la manada.
- ¡Allí están papá! – gritó su hijo – los lobos.
- Shhhh – silenció el padre – ahora es cuando debes observar, a eso hemos venido. ¿Puedes identificar al líder de la manada?
- Si – aseveró el joven – es aquél que tiene pelaje gris, el más grande de todos, el que camina por delante.
- Exacto – dijo el padre - ¿y qué está haciendo?
- Está jugando con sus crías, o con lobos pequeños.
- ¿Qué más? – inquirió el padre.
- Ahora está corriendo, se está tirando de lomo al suelo, yo creo que está disfrutando lo que está viviendo – dijo pensativo – es más, creo que se lo ve feliz.
- Es muy real lo que dices hijo. ¿Sabes cómo terminan los líderes de la manada?
- No
- Su final es muy trágico, pues mueren luchando contra alguien más joven de la manda que se ha animado a desafiarlos; muere solo, herido y vencido.
- Eso es terrible – sentenció el muchacho.
- No lo es; espero que ahora puedas entender a lo que me refiero con observar a los lobos y su comportamiento.
- ¿Por qué lo dices?
- El líder de la manada sabe de antemano que su destino será trágico, sabe a ciencia cierta que su vida acabará de la peor manera: con una muerte dolorosa y solitaria.
- Eso es desgarrador.
- ¿Te parece aquel lobo preocupado o deprimido?
- No, ahora que lo pienso no. Se lo ve muy feliz, muy contento.
- Eso, mi querido hijo, es porque el lobo ha aprendido a vivir su vida al máximo, vive el hoy, vive cada instante; sabe que la vida llegará a su fin y de manera trágica, pero no le importa, porque la muerte aún no lo ha alcanzado y la vida para él es un disfrute constante.
- Es decir que no se preocupa por el final de la vida sino por el transcurso de la misma.
- Así es hijo – hizo una pausa – ahora podemos regresar.
- ¿Pero no mataremos a los lobos? – preguntó con asombro.
- No, ellos te han regalado una enseñanza, nosotros les regalaremos la vida.
- Alan Spinelli Kralj -